jueves, 24 de febrero de 2011

nos hemos vuelto a equivocar, otra vez...

El termómetro de la farmacia marcaba a mediodía 18º, a mí me parecían más, desabrigada, con el sol de frente y el aire oliendo a primavera, mi sensación térmica era, al menos, de 21º. Dentro de mi casa, en cambio, me tuve que poner una chaqueta.
No aprendo, siempre me instalo en pisos antiguos, sin calefacción, donde hace un frío antiguo que provoca gripes de las de antes, de cuando la gente moría de eso. Y cada invierno rozo la pulmonía.
Son esos errores de cálculo que se repiten. Una se muda con el buen tiempo, cuando prima lo estético sobre lo práctico. Bonitas puertas, bonito enclave, bonitos techos altos ¡y el descansillo! ¡qué escalera! pero si está alfombrada... ¿Qué dice usted? ¿que el edificio es modernista? ¿Y quien necesita calefacción central en un edificio de 1905? Pues yo, pero de éste detalle me acuerdo tarde. Como siempre, nos hemos vuelto a equivocar, otra vez.
Y lo que antes la juventud disfrazaba de ingenuidad, ahora empieza a delatarse como indudable torpeza. No aprendo.
Éste año llegué a tener 42º de fiebre torpe, y hoy ya llevo dos semanas de pena torpe. De ésto último no tiene la culpa mi impulsividad inmobiliaria, pero esque no es la única materia en la que tropiezo. Y siempre viene a ser lo mismo, el día brilla, la espectativa del cambio hace verlo todo de otro color, te encandilan las molduras de las paredes, o una mirada estable, o el suelo de madera, o una sonrisa amplia, unas manos firmes, la risa fácil, las coincidencias, el tacto... ¡pum! traspiés, ya estoy en el suelo, yo sóla, por dejarme llevar por un corazón pre-ocupado, como siempre. Y entre una y otra torpeza, yo paso frío cuando ahí fuera los termómetros marcan 18º, que parecen incluso más. Nos hemos vuelto a equivocar, otra vez...