martes, 10 de abril de 2012

un fantasma

No era una hora prudente para tender la ropa, pero era el único momento que me quedó para hacerlo. Cerca de las once de la noche el cielo estaba ya negro, pero el patio interior de la comunidad continuaba iluminado a través de las ventanas de algunos vecinos.
Extiendo la sábana cubriendo parcialmente la ventana del piso de abajo por un instante, y un grito aterrador me deja helada. En seguida un llanto infantil, imagino entonces la sombra siniestra que debió percibir, medio dormido, el chaval y su imaginación de cuatro o cinco años.

¡¡Mamá!!... ¡Mamá! - y la madre no responde. Yo permanezco atenta, asomada a la ventana, por si tengo que explicar lo sucedido.
¡¡Mamá!! Mami, ven - y la madre no responde. Está, porque la escucho trajinar en la cocina, pero no hace caso al niño.
Empiezo a sentirme muy culpable. Sigue llorando, y tengo ganas de llamarle yo a él y decirle que esté tranquilo, que sólo he sido yo tendiendo las sábanas. Pero imagina que, encima de ver un fantasma a través de la ventana, el fantasma va y te llama, justo ahora que tu madre ha decidido no estar de tu lado.

Una breve eternidad más tarde, cuando el autoconsuelo estaba empezando a funcionar, por fin llega la madre para preguntarse por qué seguía despierto, pegar cuatro gritos, pedir que no invente cosas, y que, si le vuelve a pasar, mire a la pared y no a la ventana. Creo que la voz fantasmal del piso de arriba habría resultado más balsámica. Con lo fácil que era asomarse, demostrar que no hay que tener miedo, e inventarse algo sencillo que, en este caso además, no tenía que inventarse.

Vuelvo dentro todavía con cierto malestar, y pienso en cuántas veces me habré asustado por error. Y cuantas veces, aquellos en quienes yo confiaba, me habrán dicho que mire hacia otro lado, siendo tan fácil aclarar las dudas.
Es absurdo, porque todos sabemos que las sombras existen, entendemos qué las provoca y en un momento dado somos capaces de reírnos de nosotros mismos, pero la imaginación es otro cantar que, a menudo, se nos escapa de las manos.