lunes, 26 de julio de 2010

hablábamos de sueños

Hablábamos de sueños recurrentes la otra tarde, en una terraza del centro de Madrid.
Diana puede respirar bajo el agua, pero desconfía de su capacidad, aunque no se pone muy nerviosa. Cuando vuela, vuela rápido. Ariadna y yo no, nosotras volamos torpes, a ras de suelo, dando brazadas como si nadáramos en el aire. Ariadna, además, visita a menudo las casas en las que ha vivido. Hace tanto que a mí no me pasa...
Supongo que en los últimos años, desde que decidí vivir por mi cuenta, demasiado joven y sin reflexionar, me he mudado tantas veces que no he terminado de sentirme en casa, nada que recordar. Los lugares de la infancia, bien lo sabe mi inconsciente, mejor no tocarlos a la ligera, nostalgitis aguda.
Mis pasos cuando estoy despierta, sin embargo, me llevan a menudo a la puerta de una casa a la que he entrado a menudo pensando que era para toda la vida, y de la que otras tantas veces he salido para siempre.
Si Madrid tuviera desagüe, la fuerza de Coriolis me arrastraría irremediablemente al portal número 12 de la pequeña calle en cuesta.

Solía soñar hace años que me perdía en las ferias por la noche, que me quedaba sola flotando en mar abierto; soñaba historias que continuaban en el sueño siguiente, o meses más tarde; y soñaba que me casaba vestida de comunión con hombres que me presentaban ese mismo día.
Soñaba a menudo, ahora ya no sueño tanto, o no me acuerdo.
Pero me sigo perdiendo por las noches, y con facilidad me quedo sola. Conozco hombres con los que querría casarme, aunque la historia no continúe ni al día siguiente, ni meses más tarde.
Creo que ya no sueño porque estoy despierta. Es una pena que los buenos somníferos sólo los vendan con receta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si ese piso 2º hablara...cuantos sueños hechos realidad iba a contar.
Little, cierra la cortina la proxima vez para que no se te escape el polvo por la ventana.

Viva los sabados, sabadetes...