miércoles, 21 de abril de 2010

soy David contra Goliat, con la piedra en el zapato

A los puntos finales les surjen otros suspensivos, como a mí me crecen los enanos.
Me propongo medidas coherentes que sólo pueden producir consecuencias satisfactorias, y acabo saliéndome del tiesto, de mi propio tiesto, y provoco el caos en ésta calma que, por otro lado, de tan estable me asusta.
¿Y por qué tanta inquietud? si nada de lo que extraño era mío, la poca verdad la fui coleccionando en fascículos que compraba cada domingo en un kiosko diferente. "¿Tienen ustedes Lo Que Es Mío?" "No, bonita, de eso ya no me queda, prueba en otro sitio".
Claro, que tontería, si nadie quiere lo que es suyo, todos quieren lo de los demás pero sin gastarse un duro. Porque el primer cartón te sale a euro, pero después el precio sube ¡y de qué manera!

En éstas andaba yo pensando hace unas horas, mientras caminaba sin rumbo fijo como un ratón en éste laberinto que es Madrid, como podría ser cualquier otra ciudad, cuando me he parado en un semáforo y me he sentido minúsula. Así de golpe sentirse tan insignificante sin querer, por un lado da bajón y por otro reconforta. Como David contra Goliat, trato de ordenar una vida que me empuja a mí ¡toma ingenuidad! y en esas estamos. La piedra la llevo en el zapato.
Pues se acabó, lo que tenga que ser, que sea. Y me guardo silencio a mí misma. El semáforo se pone rojo para los vehículos, verde para los peatones, y continúo mi camino (ya no sé muy bien por qué) fijándome en las pequeñas cosas, las que están a nuestro alcance.

Más puntos suspensivos: ¿Y si no quiero estar a la altura del alcance? Hoy no es el día de las pequeñas cosas, es el día de las eternas preguntas. Doy un talonazo contra la pared, muevo la piedra para no pisarla, y me sigo discutiendo.

1 comentario:

parapo dijo...

Me gustan estas cosas que escribes. Y ya sabes lo que me cuesta decírtelo.