martes, 11 de octubre de 2011

busco ratas

Aún recuerdo con pavor los treinta metros interminables durante los que corrí perseguida por una rata a la puerta de un restaurante (es probable que las dos huyéramos en la misma dirección, ella del raticida y yo de ella). O a aquel gatito que buscaba algún bocado en la basura, detrás de un chiringuito de playa, al que fui a acariciar y a escasos centímetros resultó ser más roedor que felino, e inmediatamente desmerecedor de toda muestra de cariño, por cierto...
Quiero decir con ésto que no siento ningún afecto por las ratas, nunca se lo he tenido, ni yo ni nadie que yo conozca; todas mis experiencias con ratas han sido escalofriantes, terribles. Pero las busco. Hayá donde sea probable encontrar alguna, permanezco atenta. Como cuando tienes una llaga en la boca y no puedes parar de buscarla con la lengua, o como apretarse un moratón.

El día que por fin se cruce una en mi camino en el metro de Madrid, el choque entre asco y felicidad será tremendo. Llevo años fijándome en las vías o mirando a través de las ventanillas, sin resultado alguno. Que haberlas haylas, está claro, no nos cabe ninguna duda, pero son temerosas, o muy educadas.
En mi primer viaje a NY, cuando por primera vez bajé al metro, en el primer lugar donde puse el ojo, una rata del tamaño de mi antebrazo con una cola horriblemente rotunda y larga roía vete a saber qué tan tranquila sin pudor alguno, y me dio envidia, mucha envidia, que allí satisfacer este tipo de curiosidades malsanas sea tan sencillo.

Aquí, en cambio, no hay manera. En Junio de éste año, leí en un boletín de noticias del barrio que la calle San Vicente Ferrer de éste lado de San Bernardo estaba cortada por un hundimiento del firme. Todos los implicados, ayuntamiento, vecinos, propietarios... escurrían y escurren el bulto de la responsabilidad, y ahí sigue el boquete en el suelo, mal tapado por unas tablas ya podridas, y un par de vallas que no impiden el acceso, ni son visibles, ni tienen utilidad alguna. El vecino denunciante, destacaba entre otros peligros y molestias de la situación, que ratas enormes salen por las noches del agujero y campan a sus anchas por ese pedazo de Madrid. Pues bien, por ese pedazo de Madrid y a mis anchas paseo yo con mi perro, que cuatro ojos ven más que dos, todas las noches desde Junio pero ni rastro de ellas.

Y ya verás, que volverá a pasar que una aparezca cuando no esté preparada, porque ésto es como todo lo que atrae y da miedo, que por algo da miedo.
Buscas tú a la rata para que la rata no te encuentre a tí primero, estás alerta, atenta a que en cualquier momento suceda lo que te atemoriza, para controlar el susto, pero en cuanto bajas la guardia... los fantasmas se reflejan en el espejo del baño, los villanos salen de debajo de la cama, los médicos dan diagnósticos preocupantes, llegan los despidos, las separaciones, o las uniones con mal porvenir. Aparece una rata, al fin y al cabo, que corre tras de tí durante treinta interminables metros, y de nada sirve la experiencia acumulada viéndolas venir.

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