lunes, 2 de enero de 2012

ni año nuevo, ni ciento volando

Salgo a la calle a primera hora de la mañana, suena el gong, cuenta atrás, ya es el primer lunes del nuevo año. Pero ¿de qué año? Yo ya no sé cuando terminó el anterior. Los últimos tiempos aparecen en mi memoria como una amalgama de días sin principio ni final. ¿Y ésto va a ser ya siempre así?
Definitivamente no hay cuenta atrás, todo sigue hacia delante en una sucesión de días y de noches, y más días, y más noches. Los años no son de distinto color unos de otros, ni huelen diferente, ni la suerte cambia con la numerología, no. Éste damero temporal es en realidad una plancha de hielo uniforme. Una veces patinas a conciencia, otras te deslizas sin querer.

Enero no ha llegado, es sólo una etiqueta más de las que inventa nuestra necesidad de ordenar y poner nombre a todo, pero nada que no esté ya va a llegar. Por favor, mantengamos la calma.
Que nadie se aventure a hacer un recuento de lo sucedido hasta la fecha; absteneos de poner sobre la mesa lo bueno y lo malo, salvo aquel que esté muy seguro de que saldrá bien parado. Y en tal caso, que busque una mesa apartada del resto.
Cada vez que asomo la nariz al recuerdo de todo lo que prometía cambiar cada primero de Enero, pesco un resfriado. Ésta vez no espero nada. Sé lo que me espera.
Me levantaré cada mañana queriendo dormir un poco más, vendré a trabajar queriendo estar en otro lado, pero haré mi trabajo igual. Sé que esperaré una llamada, y cuando la reciba, entonces su voz me sabrá a muy poco y desearé que estuviera aquí, ¿y si llega a venir? Si llega a venir... entonces querré no seguir queriendo, porque, tengo que asumirlo, en eso consiste ser un sólo.

Asumir, esa sí que es una asignatura pendiente. Menos esperar y más asumir, que pasarán más de mil años, muchos más, y de deseos e insatisfacciones a todos se nos llenarán los bolsillos. Pedimos lo imposible sin hacer posible que suceda. Hasta que no seamos conscientes de lo que somos capaces de dar, (y no digo ofrecer, todos ofrecemos infinito) no deberíamos pedir. Corremos el riesgo de recibir.
Propongo un plan: Dedicar esto que llamamos año a averiguar qué pedirnos a nosotros mismos. Que seamos igual de exigentes con nuestras capacidades que con la suerte, y también, por supuesto, nos demos las debidas recompensas. Y es que, no nos engañemos, todos sabemos quienes somos. Tal vez así podamos juntar todas las mesas.

2 comentarios:

América dijo...

Completamente de acuerdo. Qué bien que hayas expresado en alto esta reflexiones. Feliz Año, María.

Luis Malibran dijo...

da gusto encontrar èstos puestos de castañas calentitas en Internet... te sigo, colega